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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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22-06-2011

 

 

 

Reflexiones en torno a una relación sin avenencia

Las organizaciones de la izquierda política y el 15M

SURda

España

 

Manuel Medina

Canarias-semanal

Los acontecimientos de las últimas semanas están desmintiendo rotundamente a quienes desde posiciones políticas de izquierda se precipitaron condenando al conjunto del movimiento 15M, considerándolo una iniciativa inspirada por la derecha política. Con una magistral articulación, acompañada por objetivos muy claros, los denominados "indignad@s" han superado su primera y necesariamente contradictoria etapa de "concertación y encuentro" en las plazas públicas de decenas de ciudades del Estado español.

El cerco a las instituciones políticas que el sistema utiliza para gestar sus paquetes legislativos antipopulares, que presenciamos en Cataluña hace unos días, por una parte, y la organización barrial contra los desahucios recientemente constituida para ejercer la legítima defensa de los intereses ciudadanos desde la acción y la lucha, por otra, son factores que hay que interpretar como un valioso salto cualitativo que se ha producido en el movimiento iniciado el pasado quince de mayo. Pero si ambas iniciativas son importantes, esta última puede suponer una auténtica ruptura con el vacío político que se ha producido en el Estado Español a partir de la "Transición" de los años 76-77-78. La decisión resuelta de centenares de personas de impedir que los Bancos ejecuten las órdenes de desahucio obtenidas por estas entidades financieras a través de los mandatos judiciales, posee un alto valor político y de combatividad solidaria que no se había visto en los últimos años. La pasada semana, grupos integrados por hasta casi un millar de "antihipotecarios" desbarataron los propósitos de la Banca de desahuciar en los últimos ocho días a otras tantas familias en Barcelona, Rubí, Granollers, Sabadell, L´Hospitalet, en Cataluña, y en Parla, Madrid.

La Plataforma de Afectados por la Hipoteca nació en Cataluña en 2009, y ya había logrado detener allí algunos desahucios. Sin embargo, en los últimos días han acudido a sus convocatorias centenares de indigna@s, Asociaciones de Vecinos y otras organizaciones sociales que han multiplicado su capacidad de actuación.

Ubicar la organización y las acciones de lucha geográficamente en los barrios populares, tal y como han comenzado a hacer los indignad@s, supone un salto cualitativo de extraordinaria importancia que nos suscita algunas reflexiones.

En primer lugar, trunca los permanentes propósitos del sistema capitalista de provocar la disgregación y la atomización ciudadana. Lograr que el barrio sea un espacio en el que el ciudadano, amenazado por los efectos de la crisis y la irrupción de los Bancos, encuentre una fortaleza para poder defenderse de las agresiones externas, a través de la solidaridad de sus vecinos, puede suponer un avance importantísimo en la reorganización popular, totalmente perdida en los últimos decenios.

En segundo lugar. Uno de los retos cruciales que se planteaba al movimiento del 15M consistía justamente en saber cómo enlazar el punto de su aparición - con todas sus comprensibles ambigüedades, contradicciones e ingenuidades - con el de su propia organización y continuidad. Y, sin que por el momento quepa cantar victoria y afirmar que esa etapa ya ha sido superada, de continuar produciéndose iniciativas similares a las que hemos podido ver en los últimos días, este movimiento - u otro que pudiera derivar de él - tendría un esperanzador futuro. Especialmente, si se tiene en cuenta que la ofensiva de los tiburones del gran Capital contra los asalariados no ha hecho más que comenzar.

En tercer lugar, es preciso señalar que actualmente las armas de las que esta pertrechado el sistema capitalista son más letales que en ninguna otra etapa de nuestra historia. Dispone - como ha sucedido siempre - de las instituciones que promulgan las leyes, de los poderosísimos medios de comunicación ideológica, del Gobierno y todo su aparato de coerción, etc. Pero en la etapa histórica en la que nos ha tocado vivir cuenta, además, con la anuencia y complicidad de las organizaciones sindicales y políticas que supuestamente tendrían que estar defendiendo a la clase social que dicen representar. Por ello, no basta hoy con desarrollar la organización barrial. Parece imprescindible también que un movimiento paralelo pueda constituirse en los centros de trabajo, integrado por los asalariados más avanzados y dispuestos a organizar la resistencia frente a la ofensiva del capital y la traición de las grandes centrales sindicales y de determinados partidos políticos. La organización autónoma y asamblearia de los asalariados en sus fábricas y centros de trabajo es hoy un objetivo perentorio, sin cuya consecución los trabajadores serán barridos por el arrollador tsunami de los ERES, los recortes salariales, los incrementos en las horas de trabajo, la liquidación de los convenios, la ampliación de las jubilaciones, etc. Y en cuarto lugar. La Universidad ha permanecido absolutamente ausente de los problemas de la sociedad, aquejada de un profundo autismo crónico durante más de tres decenios. Esto ha sido provocado por múltiples factores que sería extenso analizar ahora. Pero lo que sí ha quedado patente con la imposición del Plan Bolonia es que las universidades también forman parte importante de los codiciosos planes mercantilizadores del Capital. No se trataría ahora tanto de responder a esos proyectos con la protesta espontánea, como de poner en marcha un amplio movimiento estudiantil apartidario, pero guarnecido por premisas ideológicas claras, que esté en condiciones de frustrar con su lucha los proyectos de convertir a la Universidad en una filial de los intereses financieros de unos pocos.

Como conclusión a estas breves reflexiones sobre la evolución del movimiento 15 M, valdría la pena añadir una consideración final en torno a este valioso proceso socio-político de masas. Posiblemente, la prevención con que acogieron las organizaciones de la izquierda política los primeros llamamientos del 15M pudiera estar parcialmente justificada. En efecto, el hecho de que determinados personajes que participaron en la gestación originaria de este movimiento social estuvieran emparentados políticamente con determinados círculos de la extrema derecha daba motivos para mantenerse alerta. Pero pronto, muy pronto, la dinámica asamblearia que adquirió este movimiento social despejó todas esas dudas. La derecha, que tiene un fino olfato a la hora de detectar a sus enemigos de clase, comprendió con prontitud cual era el carácter del fenómeno, y emprendió una colosal batalla mediática que se ha recrudecido en las últimas fechas, para hacer desaparecer de la faz de los parques y plazas de todo el Estado la indignación de decenas de miles de ciudadanos que irritados habían comenzado a decir basta. Sin embargo, treinta y cinco días después de aquella memorable fecha, las organizaciones políticas de la izquierda no han acabado de entender lo que ha estado sucediendo, ni el papel que les correspondería jugar en el desarrollo de los acontecimientos. Si el movimiento 15M viera quebrada su continuidad por la inexperiencia política de sus integrantes no solo sería una involuntaria responsabilidad de éstos, sino también, y sobre todo, de aquellas organizaciones de la izquierda que prefirieron contemplar desde el balcón su fracaso, porque su alejamiento de la sociedad les impidió entender un proceso social sin precedentes en los últimos treinta años.

 

 

 
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